Una tarde lluviosa
Una densa cabellera negra hacía destellar la blancura de aquel cuerpo que yacía inerte en medio de la pieza; los espectadores de la escena perdían de vista la sombra marrón que lo situaba en otro plano al fijarla en las líneas magistralmente dibujadas de su silueta. Todavía repiqueteaban las gotas de lluvia en los cristales, el viento los zarandeaba inquietante, el olor a libros de las paredes tapizadas de ellos se combinaba ahora con el de la emanación de sangre. El ambiente estacionario se había apoderado de todo cuanto persistía en la escena, sólo en seguida de vencer el estupor se percataron de la copa y el pastillero vacío sobre el borde del ventanal. Después de haber realizado todas las medidas pertinentes procedieron a mover el cadáver, al darle la vuelta y ver su expresión se disiparon las dudas, le habían arrancado el corazón.
4 comentarios
la lola -
lo importante en ambos casos es que ... no te pertenece
San -
tato -
San -